NOTA: Esta excursión ya está disponible en nuestra web. La comercializamos durante el año 2013, pero actualmente no la ofrecemos y desconocemos si alguien la ofrece.
Recorrido: Órzola-Alegranza-Montaña Clara-Playas de La Graciosa-Caleta del Sebo-Órzola.
Horario: Todos los miércoles. De 09:30 a 17:30 horas aproximadamente
Tarifa: 65 euros. Incluye transporte desde hotel a Órzola y retorno al punto de partida, excursión marítima, menú de almuerzo y recreaciones acuáticas.
Una de las mejores formas de conocer, en toda su amplitud, la majestuosidad de la reserva natural del Archipiélago Chinijo. Un conjunto de islas y peñascos a poco más de una milla náutica al noroeste de Lanzarote conformado por La Graciosa (la única habitada), Alegranza, Montaña Clara y los roques del Este y Oeste. La ruta marítima propone un recorrido por sus principales puntos de interés, como son Alegranza, con baño incluido en su sugerente jameo, Montaña Clara y las playas de La Graciosa (Las Conchas, La Cocina y Francesa). La excursión, culminado el trayecto marino, se complementa con un agradable paseo de media hora aproximada por la cara sur de La Graciosa o una travesía en kayak por el río que separa a esta isla de Lanzarote. La incursión por el paraje de Chinijo, de por sí atractiva, cuenta con un exquisito añadido: la profesionalidad y el dinamismo de su directora, Carmen Portella, que logra situar perfectamente al visitante frente al espectáculo natural que va a encontrar. Una advertencia previa al lector: la primera hora de travesía en barco es movidita.
Una embarcación con capacidad para 150 personas nos espera en el puerto de Órzola. La excursión tiene un tope máximo de 30, por lo que ganamos espacio y confort. Una experimentada tripulación nos acoge y la coordinadora, Portella, traslada las primeras informaciones útiles de cara al trayecto que está a punto de comenzar. Desde el primer tramo se contempla el irresistible escenario que vamos a atravesar. Las laderas del risco de Órzola, uno de tantos pueblos marineros de la isla, se erigen en guía del primer punto de interés: Punta Fariones, el río que separa Lanzarote de La Graciosa y la simpática costa sureste de ésta última. A lo lejos, en el horizonte, contemplamos Alegranza. En ningún momento su avistamiento, desde la distancia, hace sospechar la explosión de colores y caprichosas formas que dan vida a esta ínsula y a la que asistiremos en breve. Todavía queda parte del ajetreado viaje marítimo. Esté atento a la mar. En cualquier momento, colonias de peces voladores, atunes o peces martillos nos pueden acompañar.
Alegranza misteriosa
A medida que nos aproximamos a la cara sur de Alegranza, tomamos conciencia de toda su dimensión. En nada quedaron las grandilocuentes palabras sobre su misteriosa figura. Esas con las que, amigos y familiares con mayor fortuna, nos animaron para acudir hacia su frontera. Está claro: una cosa es que te lo cuenten y otra, muy distinta, es asistir a escasos diez metros de su geografía a un abanico inclasificable de belleza natural. De entrada, resulta inquietante el sonido que emana de esta isla de apenas 10 kilómetros cuadrados. Lo más parecido al grito más grande del mundo: silencio. La hasta entonces bulliciosa tropa excursionista se transforma en muda asistente a un espectáculo grandioso. Particularmente, nos llamó la atención la singular figura de montaña Los Lobos. Una cima partida por la mitad que permite perder la mirada por las entrañas de un volcán. Se asemeja al escenario de Timanfaya. Bastante llamativa también es montaña Rapadura, parecida a otro paisaje conocido como es la parte geológica del Charco de los Clicos y El Golfo. Una pequeña pardela cenicienta resulta el único animalito viviente que nos da la bienvenida en el coqueto muellito de Punta Delgada, junto al enigmático y antiquísimo Faro de Alegranza.
La ruta, hasta entonces de sureste a noreste, cambia radicalmente. Las corrientes marinas son más favorables y atrás quedan los vaivenes de la embarcación. En el barco hay sitio de sobra para contemplar cómodamente el escenario medioambiental. Seguimos por la cara sur y tropezamos con un gigante y majestuoso jameo natural, con playa incluida, donde haremos una primera parada. Según el movimiento de las aguas podremos entrar a nado o con la zodiac auxiliar de la embarcación. También es posible que no entremos por el fuerte oleaje. Un chapuzón en esta cala sublime nos ajustará el cuerpo, después de tanto movimiento previo. De regreso a la nave procederemos a viajar a la cara oeste de Alegranza. El barco aminora la marcha. La estampa de esta zona, conocida popularmente como La Catedral, vuelve a atraparnos. Sus 100 metros de altura, el caprichoso lamineo de su orografía, el abanico interminable de colores, se caracterizan por ser cruce de caminos en la peregrinación anual de las pardelas cenicientas, que encuentran en este recto acantilado el lugar perfecto para nidificar. No es extraño, pues, que coincidamos con decenas de ellas o con el vuelo elegante de otra especie propia de Alegranza, El Guincho.
Montaña Clara y las playas de La Graciosa
Con la impresión metida en el cuerpo abandonamos Alegranza. Mientras enfilamos el rumbo de norte a sur buscando Montaña Clara, comprobamos que el trayecto escogido por la embarcación de Líneas Romero no es fruto del azar. Desde el norte se percibe una panorámica perfecta de su descomunal caldera de un kilómetro de diámetro. De suave color amarillo claro, la isla, totalmente inhóspita, es sumamente bella. Por su cara oeste, su aparente uniformidad cobra nuevos contrastes. Su orografía va contorneándose, ofreciendo curiosísimas formas geológicas, así como la gama de colores que preside su primorosa figura. Cuando la rodeamos por su cara sur, atisbamos la mejor playa de La Graciosa. Las Conchas, al norte de la isla, es una preciosa franja de baño de unos 600 metros de extensión y una holgada anchura. Su jable parece una alfombra perfecta, que contrasta mágicamente con la montaña rojiza de Bermeja. A partir de este momento navegaremos muy cerca del litoral de La Graciosa. Bordearemos su cala norte y oeste hasta alcanzar otro punto destacado: montaña Amarilla y la playa La Cocina. Esta franja resulta una de las más deseadas por quienes visitan La Graciosa. Resguardada de los vientos, además de su espectacularidad, destaca por la limpieza de sus fondos marinos.
Deporte y aventura en La Graciosa
En menos de cinco minutos desde montaña Amarilla alcanzaremos las también cristalinas y bellísimas aguas de playa Francesa. Fondearemos a escasos 200 metros. Una distancia perfecta para cubrir a nado. En este punto se abre una doble posibilidad de carácter aventurero. Ir a pie hasta Caleta del Sebo, capital de La Graciosa, poblado durante todo el año, o cubrir esta distancia en kayak. Una u otra opción está bien, aunque nos resulta más atractivo el tránsito, palada a palada, a través del río que separa Lanzarote y La Graciosa, con el imponente risco de Famara ofreciéndonos cobijo. La inversión temporal a pie o en la pequeña embarcación es la misma, apenas media horita.
Al llegar al pueblo podremos deleitarnos con la curiosa arquitectura del lugar. Sus calles de jable natural, el recóndito muelle pesquero y deportivo, así, cómo no, de la singular personalidad del graciosero. La parsimonia reinante se transfiere al excursionista. Son las 14:30 horas. Después de tanto ajetreo en barco, nada mejor que satisfacer el paladar con productos de la gastronomía tradicional. Vino blanco, gofio escaldado que se degusta ayudados de las finas capas de cebolla y un plato de pescado fresco acompañado de las exitosas papas arrugadas con la rica salsa canaria, el mojo picón.
Tras el café, el barco de línea regular traslada a todo el grupo de vuelta a Lanzarote.