Categoría: Urbanización rural de seis villas de gran lujo.
Ubicación: A los pies del mirador de Yé, al norte de Lanzarote.
Villas: De dos habitaciones.
Precio aproximado: Según temporada y modelo de villa (1 y 2 dormitorios), desde los 120 euros por noche.
Solicitud de reserva.
Plano de situación:
¿Es posible la paz absoluta en vida? De existir, debe resultar muy parecido a hospedarse en Finca La Corona. Se trata de un conjunto de casonas rurales de gran lujo localizado en el norte de Lanzarote, en el apacible pueblo de Yé. A unos pasos del mirador de esta localidad con una alucinante panorámica de Archipiélago Chinijo, la urbanización constituye en su conjunto un ejemplo de clase, elegancia y confort. Ningún detalle pasa por alto, una cuidada decoración enaltece la estancia y una apuesta decidida por la calidad en todos los equipamientos de las casas hacen de La Corona un remanso pacífico con conexión directa a la naturaleza. El valle de ceniza que rodea al monumental Volcán de La Corona y la esmerada mano del hombre agrícola de la zona redondean un cuadro imponente. Disfrutamos de ella, cada mañana tras el desayuno. Un breve paseo de 10 minutos hasta el mirador de Yé. Un regalo para la retina la estampa de Chinijo: La Graciosa, Montaña Clara y Alegranza y el río que separa Lanzarote de La Graciosa, siempre en calma. Tenga presente antes de ir a esta terraza con vistas que las nubes hayan desaparecido del horizonte.
Seis villas de más de 130 metros cuadrados cada una componen Finca La Corona. Exceptuando Villa Vista Risco, de un dormitorio, el resto cuenta con dos dormitorios. Todas disponen de conexión de internet wifi, canal satélite de televisión, equipo de CD y calefacción central en invierno. Las estancias se caracterizan por sus holgados espacios. Se respira un aire rústico con los techos de excelente madera y los amplísimos ventanales panorámicos que miran al exterior. Ni siquiera un grillo rompería el silencio sepulcral que habita en las casas. Pura tranquilidad. Nos gustan las cocinas. Sobradamente equipadas, da gusto preparar el desayuno o la cena. Nos trasladamos al comedor con vistas al Volcán de La Corona y la sensación es deleite contemplativo. Son los momentos más enriquecedores de la estancia. Algo de jazz en el hilo musical, una ración de verduras a la plancha, ensalada y pollo de corral y chuletas de cerdo que pasaron por la brasa. Con un buen vino, la conversación agradable es un hecho. Se cierra la noche y la figura oscura, y misteriosa, de Corona nos embruja. En este sentido conviene adquirir las provisiones antes del alojamiento. A Yé llega el pan alrededor de las 10:00 de cada día. Mejor no depender de ello.
Silencio, se rueda
Uno de los fallos de las casas de Finca La Corona es que están tan bien hechas, tan bien pensadas y son, en definitiva, tan agradecidas que da cosa salir de ellas. Una perdición, vaya. Te descuidas y no vas a visitar ni los vecinos Jameos del Agua. Hay tiempo para todo. Pero antes de salir de ruta, preferimos darnos a la lectura pausada de un buen libro en el amplísmo salón con vistas al día que va a abriéndose. Vargas Llosa me enreda, mas no tanto como para evitar mi desasoiego contemplando la bella estampa que se plasma frente a mí. Sobre el silencio y el sueño. Uno de los huéspedes, con problemas serios para conciliar el sueño, no durmió tan bien en años: “Sólo dos minutos de lectura (cuando mínimo necesito 20-30 si hay suerte) y clin…dormido”. En efecto, un sueño reparador, pleno, confortable y de corrido.
Otros optan por respirar directamente la esencia de la naturaleza. Finca La Corona está rodeada por una extensa pieza de suelo rural, donde se asientan la piscina climatizada, el curioso gimnasio y jacuzzi en una edificación de madera y piedra natural, zona reservada para barbacoas, piestas de bola canaria y petanca… Un bello y extensísimo jardín en el que perderse. En este sentido, tiene que ser una obligación del huésped aprovechar estas potencialidades y preparar una buena barbacoa al aire libre. Los comedores de las zonas comunes son bien robustos y confortables para ello. A propósito del jacuzzi. Con apariencia de cabaña es un guiño a la coquetería. Esos ventanales que miran, obvio, a Corona y el burbujeo te masajea y tú estás incrédulo de tanta relajación.
Lejos del mundanal ruido
La estancia en Finca La Corona es alternativa a los circuitos saturados de nuestros núcleos turísticos. La localización aislada de la urbanización no limita conocer la idiosincracia de la isla. Estamos en un punto estratégico para empaparnos de las mejores postales paisajísticas de Lanzarote, las que resaltan de su recorrido por el norte y la vecindad con el espacio natural protegido de Corona. A escasos dos kilómetros de la finca se eleva Mirador del Río, una de las intervenciones más cuidadas de César Manrique. También somos vecinos de Cueva de los Verdes y Jameos del Agua. Las playas y calas más tranquilas de la isla se sitúan a pocos kilómetros: Los Caletones, las piscinas naturales de Punta Mujeres, La Garita y, entre otras, el pueblo nudista de Charco del Palo. No obstante, si lo que quieres es soledad y conexión con la naturaleza: la playa bajo El Risco, previo sendero por el camino de Los Gracioseros. En nuestro caso visitamos el mercadillo de Haría (sábados, de 10:00 a 14:00). Es un rastro de productos gastronómicos y artesanía tradicional. La plaza del pueblo norteño es acogedora con sus portentosas zonas de sombra, gracias a su impecable y señera arboleda. Tomamos algo y almorzamos pescado fresco en la costa de Arrieta (a tan sólo diez minutos en coche desde Finca Corona).
De senderismo, y mucho, podemos nutrir nuestro ocio durante la estancia en Finca La Corona: Asaltar la cúspide del Volcán de La Corona; atravesar el valle de las 1000 palmeras de Haría; o el ya mencionado camino de Los Gracioseros. De almorzar fuera le sugerimos que se decante por el pescadito fresco de Órzola o por un clásico de la gastronomía del norte: Amanecer, en Arrieta.
Punto y aparte
Si nos obligaran a decantarnos por una de las seis villas, tendríamos dudas, pero acabaríamos por hospedarnos en La Trasera. Lo que parecía un escondrijo de la urbanización resultó una morada de 180 metros cuadrados con dos dormitorios dobles. Uno de ellos ocupa lo que fue un antiguo aljibe. Paredes y techo abovedado de piedra natural lanzaroteña. Un dormitorio sublime. Se mantiene la dotación de luminosidad gracias a las inmensas cristaleras del no menos inmenso y acogedor salón. La terraza que conecta con la casa es un refugio rural espectacular. Se aprovecha además de la cercanía de la piscina de la urbanización. Nuestra estancia aconteció en Vista Poniente. Está asentada en lo que antaño fue un establo de caballos. La remodelación, una lujosa intervención rústica, supera cualquier expectativa. Finca La Corona tiene 200 años de Historia. Completamente abandonada, en 1999 se procedió a su reforma. Increíble el resultado.