Editorial
Del 5 al 27 de abril próximos, Arrecife celebrará la segunda edición del Festival Malpaís. Una iniciativa que pretende dinamizar la capital lanzaroteña con novedosas propuestas culturales para todas las edades. El arte en la calle mantiene centralizado un objetivo: generar vidilla en el chinijo y adulto residente. En cuanto a espectáculos de masas, Malpaís se apunta el tanto de traer a la isla al bailaor Antonio Canales, el cantautor tinerfeño Pedro Guerra y el inclasificable espectáculo de los israelíes Manumayá. Eventos que compatibilizan el acceso a la cultura del ciudadano lanzaroteño con el esbozo de un segmento por cubrir del sistema turístico insular, el turismo cultural.
Canarias y Lanzarote permanecen estancadas en este campo cuando, paradójicamente, los actores principales del motor de la economía archipielágica no se cansan en remarcar la importancia de dotar de contenido la visita turística. El Ironman, la prueba anual del campeonato mundial de windsurf o el recién nacido Festival Costa Músicas de Teguise constituyen las pocas marcas culturales que se añaden a las fiestas tradicionales o el carnaval lanzaroteño. De la parrilla ha desaparecido, sin mucho sentido, el diferenciado Festival de Música Visual que se celebraba entre septiembre y octubre de cada año y lo que es peor, ni está ni se espera un plan claro en esta materia. Como en otros muchos asuntos, la administración y el empresariado turístico no fomentan un planeamiento serio y de futuro sino que espera sentado a las ocurrencias que puedan financiarse sin mucho sacrificio económico. Es decir, se esperan milagros sin riesgos. A nuestro entender esta situación resulta excesivamente cómoda.
Canarias y Lanzarote permanecen estancadas cuando cuenta con unos más que óptimos recursos para promover espectáculos culturales fijos de interés nacional e internacional. Como es lógico, siempre que se persigue un objetivo de manera decidida, en este caso diversificar y enriquecer el producto turístico, parece poco serio que se exija al Gobierno de Canarias o a los Patronatos de Turismo insulares que sufraguen la práctica totalidad de la inversión necesaria. Es preciso, bajo nuestro punto de vista, que el empresario turístico afronte con altura de miras los retos del futuro de la industria, muy relacionados con el mundo del ocio. Por simplificar, altura de miras debe traducirse en dinero y libre disponibilidad de acceso y uso de la infraestructura alojativa, gastronómica o de ocio por parte de los renombrados artistas que llegarán, denlo por seguro, a nuestras islas.
En este sentido, resulta extraña la nula oferta cultural de relevancia en municipios como Yaiza o Puerto del Carmen, la desidia del Cabildo Insular para retomar el Festival de Música Visual o la inexistencia del debate de las patronales turísticas en Lanzarote. Lastimosamente, el debate de ocio turístico en Lanzarote se reduce a la conveniencia o inconveniencia del número de campos de golf, puertos deportivos o parques temáticos que pueden instalarse en la isla. Siendo importante, que sí, lo es, parece una redundancia de la idea anterior: se invierte sobre seguro, confiando en la rentabilidad de las nuevas urbanizaciones asociadas a estas equipaciones, sin riesgo alguno.
Bajo nuestro punto de vista, hay muchas formas diferentes de superar el aparente estado de agotamiento del sistema turístico lanzaroteño. Una de ellas, sin duda, debería concretarse en la activación de un plan a largo plazo del turismo cultural que queremos potenciar en la isla. Que a las playas, las noches mágicas, los paisajes, las intervenciones de Manrique, el pescado y el vino se unan el Carnaval, el Festival Malpaís de Arrecife de abril, el de Música Visual de octubre, el Costa Músicas de septiembre y las especificidades culturales y artísticas que estén por venir. Corresponsabilizando al empresariado turístico y vendiéndolo con previsión en la red y las ferias turísticas, entendemos que hay un mundo nuevo de posibilidades detrás del turismo cultural. Que se lo digan a este hombre, que celebró su 58 cumpleaños en Lanzarote. Lo bien que lo pasó.