Ubicación: Apartamentos con vistas al mar en el pueblo de Playa Quemada (al sureste de Lanzarote).
Tipología: Seis apartamentos de un dormitorio y una doble.
Playa Quemada es un reducto de tranquilidad. Goza de un clima inmejorable. El alisio imperante en la isla, casi siempre molesto, apenas hace acto de presencia en esta localidad. Se aprovecha de estar guarecida por el Monumento Natural de Los Ajaches. Una vasta extensión montañosa, eminentemente seca, que concluye en las cálidas aguas de Papagayo, en la costa sureste de Lanzarote, en Playa Blanca. La apariencia no engaña cuando tropezamos con la postal de Playa Quemada. Un pacífico pueblo pesquero, con una espectacular y silenciosa bahía, repleta de pequeñas embarcaciones, que mira al Atlántico y a la vecina isla de Fuerteventura. Si la panorámica durante las horas de sol te atrapa, la noche estrellada te eleva a un estado de profunda relajación. La costa del pueblo es de callaos y a unos minutos de paseo podemos desconectar en playa La Arena.
Dentro del desorden urbanístico del pequeño pueblo destacan algunas casas. Éstas de Apartamentos Playa Quemada Lanzarote sirven de ejemplo. Conforman una coqueta edificación, transformada hoy en un modesto pero encantador alojamiento. Dividida en siete estancias orientadas al mar, su localización, alejada de la carretera de acceso al pueblo y sin vecinos, extrema la sensación de calma, silencio, relax… En este sentido no extrañamos la televisión. La casa incorpora juegos de mesa, prismáticos, palas, sencillo equipamiento de ocio náutico (gafas y tubo) y una barbacoa para disfrutar durante la velada nocturna. Aciertan de lleno con estos complementos.
De las siete moradas, seis son individuales (con capacidad para una pareja) y una doble (dos parejas). Las de una habitación miden apenas 36 metros cuadrados y cuentan con un salón-cocina, un pequeño baño y un dormitorio. Apartamentos Playa Quemada Lanzarote facilita cunas y tronas para bebés, y camas plegables extras para niños. El apartamento con dos habitaciones mide 48 metros cuadrados. Entre el sencillo mobiliario las cabañas se enriquecerían con la incorporación de un pequeño horno.
La terraza
Todas las estancias se comunican a través de la terraza. Es la zona desde donde contemplar el portentoso amanecer mientras desayunamos en el robusto mobiliario de madera esparcido en el mirador. Bancadas, sillas y mesas, hamacas. También de madera es la inmensa pérgola que nos protege del sol. La urbanización carece de piscina. Sin embargo, ¿quién quiere un artificio teniendo a tres pasos la marea del Atlántico? Justo enfrente de Apartamentos Playa Quemada Lanzarote, desde los callaos al mar y unos largos, una contemplación de la riqueza marina de la zona (no olviden las gafas y el tubo cuando salgan de la cabaña) o una parsimoniosa postura de Cristo mirando el cielo. De vuelta a la morada la ducha nos quita el salitre y al sol.
El alojamiento, ideado para aquellos que prefieren evitar los núcleos turísticos saturados, mantiene una localización estupenda de cara a conocer y disfrutar del resto de la isla. Si quisiéramos vidilla nocturna estamos a 10 minutos en coche de Puerto Calero y Puerto del Carmen. A similar distancia encontramos el valle de La Geria o los volcanes de Timanfaya. De cansarnos de la arena negra de las playas del pueblo, un poco al norte, en la costa de Puerto del Carmen, se suceden las playas y calas (de Barranco del Quíquere a Matagorda).
A la vuelta de un dinámico día de turismo, después de empaparse de Manrique y los Centros Turísticos, transitar por Teguise o recorrer la ruta vitivinícola de La Geria, coincidiendo con la caída del sol, es cuando la terraza de Apartamentos Playa Quemada Lanzarote cobra todo su esplendor. El horizonte en calma, la noche naciendo y una paradójica inquietud te invita a no despedirte del día. Se para el tiempo mientras descorchamos botellas de buenos caldos y degustamos una sustanciosa cena al aire libre. A la noche siguiente cenamos pescadito fresco en Salmarina. De retorno a la cabaña, la misma inquietud y los corchos volando hacia la pérgola… ¿Pura vida? Pues sí.