Un referente en el sector alojativo lanzaroteño. Han pasado más de 30 años desde que el Meliá Salinas se pusiera en pie y todavía mantiene ese aura distintiva. El muy particular sello del artista lanzaroteño César Manrique brota en todos los rincones del edificio. Una fastuosa estampa botánica, complementada con el suave arrullo de cascadas de piedra natural, da la bienvenida al huésped. Con el paso del tiempo, las mil y una especies han contorneado cada una de las cuatro plantas del resort, confiriéndoles un agradable frescor.
El sello manriqueño se percibe con mayor nitidez en el amplísimo piscina-lago. El exquisito equilibrio de claros y sombras, la juguetona figura de las palmeras, el aprovechamiento de la piedra natural en el plato acuático o el inteligente uso de los principales ingredientes de la arquitectura tradicional canaria, nutren al espacio de una singular estética. Una belleza rústica que está reñida, en algunas partes, sobre todo en su suelo, con la confortabilidad de la zona.
Otro aspecto a destacar, tónica dominante en el arte público de Manrique, resulta del aprovechamiento de la estratégica situación del Meliá Salinas, en primerísima línea de mar, para dispersar los espacios de relax contemplativos alrededor de la piscina. La atmósfera de quietud se confirma en el placentero mobiliario, a donde llega la caída del mar de la playa de Los Charcos y la envolvente caída del agua en las cascadas de piedra natural.
Villas de lujo
El salto cualitativo del hotel con sus suites queda en un segundo plano cuando nos adentramos en las villas privadas. Si las primeras, sobre todo con las master, quedábamos sin respiración, las villas pueden curar el hipo. Diseñadas por el arquitecto Álvaro Sans, estos chalé, además de su majestuosa construcción y envidiables equipamientos, incorpora servicio personalizado durante las 24 horas del día. Las villas ocupan un área de 750 metros cuadrados rodeados por un exclusivo jardín. Cuenta con una piscina privada de 28 metros cuadrados, camas balinesas y lujosas hamacas para tomar el sol y relajarse. Un comedor, estratégicamente situado, aprovecha toda la magia que emana del jardín. La casa está decorada con una sofisticada gama de colores marrones, una ropa de cama de color marfil y unos accesorios de caoba oscura, que en su conjunto resultan una significativa muestra de elegancia balinesa.
El espacio reservado de las villas, totalmente independiente del resto del hotel, se asemeja a un jardín botánico. Cuenta con una pacífica zona común con una piscina rectangular, extensísima, que posibilita perfectamente la práctica de la natación. A este reservado pueden acceder los huéspedes de las junior y master suite. La gerencia no permite el acceso de menores de 16 años, por lo que la sensación de extrema quietud del piscina-lago del resort se incrementa en este espacio. Como servicio de lujo los visitantes tienen a su disposición las viandas disponibles en el snack bar (refrigerios, champán, bollería…). Todo un acierto el surtido añadido de fruta y queso entre las 13:00 y 14:00 horas, reponedor de tanto relax.
El hotel
El hotel está pensado para el público adulto. Una nueva estrategia que deja de lado los menús infantiles, el miniclub o las actividades de entretenimiento para los más pequeños. Las 272 habitaciones del Meliá Salinas se distribuyen en 214 dobles, 18 junior suite, 28 master suite, 9 garden villa y una garden villa presidencial. A la más común, la doble, se le nota el paso del tiempo. Demasiado sencilla y poco equipada para corresponderse a un cinco estrellas de gran lujo. De hecho, la dirección se encuentra inmersa en pleno proceso de adaptación de estas habitaciones. Sin embargo, la decoración minimalista que protagoniza el conjunto de la morada, así como su bien aprovechada terraza que mira al mar le confieren, unido a la relación calidad-precio, un punto más que aceptable. La etiqueta del resort gana enteros, y de qué manera, gracias a la transformación de la unión de dos antiguas habitaciones dobles que ha generado 28 master suites. La junior resalta por su doble terraza con mobiliario confortable y el añadido de un pequeño minibar y saloncito. La master es un compendio de modernidad, lujo y confort. Modernidad por la riqueza de equipamientos tecnológicos, como las dos televisiones de plasma y el hilo musical. Confortable por la holgura y distribución de sus espacios con vestidor, salón y cocina. Y lujoso por su suelo de parqué, un jacuzzi en el cuarto de baño y otra bañera de hidromasaje en una de sus dos terrazas. Sublime resulta la sensación de darse un tratamiento acuático mientras te pega el sol. El toque minimalista de su decoración redondea una habitación que quita la respiración. El esfuerzo de la dirección en poner al día una infraestructura de finales de los 70 ha reflotado al Meliá Salinas.
Veteranía en los fogones
La antigüedad del Meliá Salinas trae consigo uno de sus principales activos. El servicio gastronómico resulta uno de los mejores de las cadenas hoteleras de la isla. La estética tradicional canaria y los motivos subtropicales del salón principal acompaña la apuesta por la comida fresca, donde sobresale la cocina internacional y mediterránea. Rodeados de un mural original en piedra natural de Manrique, el interior se aleja de las aglomeraciones gracias a una estudiada distribución de los espacios. No obstante, preferimos la degustación en la terraza exterior para recrearnos con la panorámica del lago piscina manriqueño. La cocina trabaja con agilidad en el show cooking y la variedad de los productos, y su calidad, es notable.
Como complemento culinario, con la playa de Las Cucharas a nuestros pies emerge Casa Canaria. Se trata de una coquetísima edificación con simpáticas estancias que replican las variables más destacadas de la arquitectura tradicional. En ella convergen, aunque de manera independiente, tres tipos diferentes de cocina: La Tarantella, especialista en exquisiteces italianas; La Bodeguita, con una carta tradicional española que incluye vinos de primeras marcas y sofisticadas tapas; y Especias, dedicado a quienes sienten predilección por la variedades de los platos procedentes del arroz. Sin embargo, tratándose de un cinco estrellas de gran lujo, se da una paradoja con estas distinguidas estancias. Su apertura depende del grado de ocupación del hotel.
El apartado de ocio del Meliá Salinas va en sintonía con su tranquila atmósfera. Tres pistas de tenis junto a la brisa marina de Las Cucharas, dos de moqueta de muy buen ver y funcionales y una de cemento inexplicablemente en mal estado, minigolf y pista polideportiva al aire libre. Llama la atención un programa de actividades en el que el huésped puede aprender, por ejemplo, a elaborar el tradicional mojo canario. Cada día tienen lugar espectáculos de música en vivo y animaciones. El resort está equipado con wifi en las zonas comunes. Por otro lado, un breve paseo lo situará en la refrescante noche de Costa Teguise, con multitud de oferta de restauración y noctámbula.