Como el conjunto de Bodega Stratvs, el restaurante El Aljibe del Obispo sorprende desde su entrada. Una estancia diferente, de distinguida y cuidada elegancia. El aljibe, una estancia subterránea de las bodegas, sobresale por su colosal estructura. Un aire tradicional respira en todo el salón al que sin embargo se le unen unos cuantos guiños decorativos modernos. El resultado, lejos de confundir, es de una brillantez sobresaliente. Ningún detalle se descuida: La iluminación, los majestuosos servicios, el endulzante hilo musical y la exposición vitivinícola te envuelven en una atmósfera espectacular.
La carta de El Aljibe del Obispo ha crecido acertadamente desde que abriera sus puertas. Esta mejora se aprecia en sus opciones de entrantes. Ahora sí encontramos la variedad y cocina que merece el lugar. No pudimos resistirnos a repetir con el delicioso micuit de foie de pato, bien combinado con un chutney de peras y manzanas. Para completar las exquisitices degustamos una ración de salmón de Uga. Acierta la casa también con la estupenda parrillada de verduras con setas de temporada y jamón de pato. Insistimos con los huevos estrellados a la manera del chef, a baja temperatura y un perfecto pisto de verduras. Aunque logrado le falta un poco de chispa. El listado de picoteo se extiende a una ensalada de tomate con langostinos y queso atemperado, tartar de aguacate y langostinos, carpaccio de ternera y entre otros queso fresco empanado de Finca de Uga y mermeladas.
En los platos principales nos decantamos por confirmar la valía del brillante risotto de cordero con setas de temporada y queso. Un plato poderoso donde todos sus elementos confluyen en una acertada armonía. Sencilla cocción la de los tacos de cherne, bien acompañados de un curioso estofado de trigueros, mermelada de cebolla y papitas cría de la tierra. El pescado fresco de La Graciosa se ofrece también preparado al horno.
Las carnes amplían el surtido gastronómico. Carrilleras de ternera estofadas, cabrito adobado y frito, pluma ibérica, codornices escabechadas, cordero lechal al horno y solomillo de cebón asado en su jugo. Nos decantamos por el cordero. Apreciamos una mejora notable de este plato relacionándola con nuestra última visita. Una pieza extremadamente suave para el paladar. Por su parte, el solomillo de cebón nos resultó simplemente correcto. Al contrario del sobresaliente risotto de cordero, el arroz negro con carabineros y sepia carecía de sabor.
Cabe remarcarse que los únicos vinos que se sirven son de la propia bodega. Probamos tres diferentes. El blanco, suavísimo y con fácil entrada; un tinto; y un golosísimo moscatel para los postres.
A propósito de la repostería, la casa ofrece opciones variadas. Nos gustó un estofado de fresas con sorbete de frambuesa y nos maravilló un delicioso homenaje al chocolate. Degustamos también una correcta leche asada acompañada de papaya caramelizada con vino moscatel y canelones de mousse de chocolate.
La mejora de la cocina unido al lujoso recinto y la atmósfera resultante nos sorprendió nuevamente. Sin duda, una velada diferente que viene a costar entre los 40-45 euros.