CÓMO ABORDARLO: Dejar un coche en el aparcamiento de la playa de Los Charcos, en Costa Teguise, y otro en Los Cocoteros o en Charco del Palo. DISTANCIA: 8 y 10 kilómetros aproximadamente. DIFICULTAD: Baja. DURACIÓN: Dos horas y media (hasta Los Cocoteros); tres horas y media (hasta Charco del Palo). A TENER EN CUENTA: Llevar ropa y calzado adecuado. Agua. Alguna chocolatina y bollería. Gorra y crema solar. No nos olvidemos del móvil. PARA DESPUÉS DEL PATEO: Chapuzón en el Bañadero de Guatiza, Los Cocoteros, o en las calas de Charco del Palo. Almorzar en Arrieta o Costa Teguise.
La ruta de este sendero parte de los últimos metros de la zona turística de Costa Teguise. En la avenida de la playa de los Charcos hay un amplio aparcamiento donde podemos dejar nuestro vehículo. En dirección norte, apreciaremos dos viejos molinos, con y sin aspas, que se pierden entre los últimos hoteles y complejos de apartamentos. Tendremos dos opciones de cubrir los 8 y 10 kilómetros que separan estas localidades: un ancho camino, transitable para coches que discurre a unos 30 metros de la costa, y otro muy estrechito, marcado por las rutas de las cabras, y que se perfila pegado a la costa. Puesto que el tránsito resulta seguro en ambos casos, aconsejamos caminar junto a la costa. El sendero es apto para todas las edades.
Desde los aledaños de Costa Teguise ya se pueden apreciar las tranquilas calas marítimas que iremos superando. En esta primera estación del pateo se suceden unas pequeñas subidas y bajadas en el terreno fácilmente superables. En las cimas es frecuente encontrar a turistas (ver foto a la derecha) que pierden su mirada en el horizonte azul, donde el mar y el cielo se unen en lo que parece un dulce abismo.
A unos 20 minutos de caminata tropezamos con las viviendas que definen Los Ancones a las puertas de una buena zona de descanso y baño en una tranquilísima cala, provista, aunque muy descuidada, de un espacio habilitado para alguna barbacoa. También veremos en este rincón una estampa muy habitual en esta primera etapa del pateo: pescadores. Desperdigados por toda la costa, parecen acoplados a los encantos del lugar, moviéndose pausadamente, esperando a ese exceso de confianza de la pieza en el fondo del mar para romper el ritmo parsimonioso y hacerse con la captura.
Cubierta la primera hora de camino pasaremos a un tramo más accidentado, donde prácticamente es imposible bajar al mar y en el que varía claramente el escenario que tenemos por delante (ver foto a la izquierda). Serán unos cuantos kilómetros con la sensación de estar perdidos, dejados de la mano de Dios, sin atisbo de vida alguno más allá de unas cuantas especies de flora camufladas en su mayor parte por la eterna aulaga. El silencio es profundo y anula los rítmicos pasos que vamos dando. Las pequeñas cotas montañosas permanecen asediadas por una cantidad ingente de piedra volcánica que el paso del tiempo ha coloreado caprichosamente en tonos negros, ocres y rojizos.
Superada esta zona (tras hora y media aproximadamente) retornamos a la huella del hombre. Las antiguas rutas de cabras siguen sirviéndonos de guía. Al norte, a unos kilómetros, observaremos la entrada a Los Cocoteros y unos manchones verdes dispersos en la trasera de la montaña que da la espalda al pueblo de Guatiza. Los manchones tienen toda la pinta de corresponder a plantaciones de tuneras, sospecha que confirmaremos con el paso de los kilómetros. Al oeste contemplaremos los molinos eólicos de Los Valles y el pago de Mangüia, del municipio de Teguise. A nuestro lado, al este, el mar, siempre el mar. Vuelve el acceso a él, vuelven los pescadores desperdigados acompañados de las gaviotas que están, parece, deseándoles suerte y al acecho de una previsible limpieza del pescado (ver foto a la derecha).
Llevamos poco más de dos horas caminando. Estamos en la conurbación de Los Cocoteros, localidad costera del pueblo de Guatiza, a las puertas de unas espectaculares salinas, Las Salinas de Tío Alberto, que, en una pequeña parte, mantienen la actividad de fabricación de la sal. A su lado, en un apartado, se encuentra el conocido como bañadero de Guatiza, un rincón de baño, resguardado de la bravura del mar de la costa noreste de Lanzarote. Podemos poner aquí fin a la excursión (ver opciones de ruta), con un buen baño en estas tranquilas aguas, tomar el sol y apurar el avituallamiento o la comida que hayamos llevado. Eso sí, antes o después, se aconseja un paseo por las vecinas salinas para apreciar su construcción, el proceso de salinización y sentir en las manos un puñaíto de la sal amontonada en sus cercanías. Pruébela, pura sal de salada.
Si ha escogido concluir este sendero unos kilómetros más al norte, en Charco del Palo, el camino se interrumpe por el paseo urbano en Los Cocoteros. Superadas las últimas casas, volvemos al terreno rústico, en esta ocasión con un nuevo cambio de escenario. El jable, en las cercanías de la costa, es el principal protagonista. Se adivinan unas buenas calas en todo este trayecto. Desde el camino observamos a un submarinista dentro del mar. Está solo, nada le distrae de la relajante contemplación acuática, de los limpios y ricos fondos marinos del noreste lanzaroteño. A la hora aproximada del comienzo de este camino entre el blanco jable tropezamos con la urbanización Charco del Palo (Teguise y Haría).
Es la ciudad sin ropa. Un peculiar pueblo nudista al norte de Lanzarote. El día, con algunas gotas durante el trayecto, se ha decidido por abrirse del todo, el sol raja las piedras a más de 20º (este camino se realizó el sábado 1 de diciembre de 2007), y los vecinos de Charco del Palo se dejan bañar por sus rayos como vinieron al mundo desde la terrazas de sus envidiables viviendas en primera línea de mar. Charco del Palo cuenta con tres zonas de baño principales. Dos bañaderos con jable, en los dos extremos del pueblo, habilitados con coquetos rincones que nos protegen del viento construidos con piedra volcánica. Y una tercera zona de baño en el centro del pueblo, donde encontraremos una suerte de bañadero que ha aprovechado la orografía natural para configurarse (ver foto a la derecha).