Los fondos marinos de Lanzarote constituyen una de las fuentes más ricas de biodiversidad. En pequeñas inmersiones de submarinismo, en pleno proceso de aprendizaje, podremos observar chuchos, sepias, caballitos y estrellas de mar, medregales, túnidos, meros, así como variedad de especies vegetales.
El submarinismo es un deporte de riesgo, pero su práctica resulta segura si se aprenden las premisas básicas para manejarnos bajo el agua con los pesados equipamientos de aire. Los buenos cursos de iniciación constan de cuatro inmersiones en piscinas o en playas cerradas y otros cuatro chapuzones en situación real. Se aprende a respirar, a compensar los oídos, a resolver bajo el agua los potenciales problemas que puedan surgir y, sobre todo, a adquirir seguridad en el medio. Es recomendable evitar las clases masificadas y buscar la calidad en la instrucción con pequeños grupos de cuatro o cinco compañeros e incluso sesiones individualizadas o en pareja. El proceso de enseñanza se complementa con cinco módulos teóricos relativos a fisiología y el medio marino principalmente.
Según los practicantes, el inicio puede resultar un tanto complejo, pero poco a poco se van adquiriendo las habilidades que nos permiten introducirnos en un nuevo mundo. La sensación de tranquilidad y relax es extrema. Por otro lado, el ocio contemplativo inherente al ejercicio del submarinismo supone el claro punto de diferenciación de este deporte. Nadar al lado de un mero, acompañar al medregal, asistir al somnoliento movimiento de los chuchos o contemplar la explosión de colores de la vegetación, caballitos y estrellas de mar no tiene precio.