Román León García
Casa Gregorio es un bar-restaurante calificable sólo con las siguientes palabras: un sitio de toda la vida. Y efectivamente es así. Está enclavado en el centro de Uga en una edificación terrera sin más decoración que la necesaria y útil. El local hace esquina y en la parte longitudinal se ha aprovechado una pérgola para montar varias mesas en una terraza improvisada, que da directamente a la calle de paso. Al restaurante se entra por una puerta ubicada justo entre estas mesas, que tiene una cortinilla de cadena de las que ya no se ven. Al bar, sin embargo, se entra justo por la esquina y tiene ese regusto a lugar de siempre, con la barra alta y miles de botellas detrás, jalonado todo con unas mesas ciertamente enclenques, pero que han resistido el paso de los años sin inmutarse.
En cuanto a las tapas, vale la pena probar la ensaladilla, las garbanzas y los tollos (pescado salado en salsa). En general, toda la carta es tradicional, sin ningún ánimo innovador, lo cual es justo lo que de este local resulta destacable. Se puede ir en plan tapeo tanto en la zona de bar como en el restaurante. La diferencia la pondremos nosotros pidiendo medias raciones o raciones enteras, pero avisamos: son bastante generosos.
Los domingos es un día especial porque es el único de la semana que hay puchero canario. En la cultura gastronómica insular, el puchero es lo mismo que hablar de un cocido en Madrid o un cochinillo en Segovia. Se trata de una comida de plato único que podemos diferenciar entre la sopa y el segundo plato. La sopa se hace con el caldo de cocer las verduras y las carnes que se presentarán después, apoyado por fideos de pasta. Es muy sabrosa y algo difícil de pasar los días de mucho calor, por lo que es preferible obviarla en verano. Una vez hemos terminado, llega lo bueno. La presentación del segundo plato es tosca y rudimentaria: se trata de una bandeja de cristal canelo (sí, de esas que había en todas las casas en los 80) llena hasta la bandera de garbanzos (a veces también trigo), calabaza, calabacín, zanahoria, una piña de millo (o mazorca de maíz, para los peninsulares), col, papa, batata y carnes de gallina, cerdo y cabra. Todo del taponazo. Es una comida espectacular, que se suele acompañar con aceite y vinagre como potenciadores de sabor. En mi opinión, es una verdadera proeza acabar con todo, así que vayan preparados y con el estómago vacío porque, sinceramente, comérselo entero es sobrehumano. Recuerden, eso sí, que sólo hay puchero los domingos y que no se reserva mesa, así que hay que estar allí antes de las 13:30 o se quedan sin probarlo.