CÓMO ABORDARLO: Dejar un coche en el casco histórico de La Villa de Teguise y otro en el pueblo de Famara o en la zona de playa que elijamos para un posible baño posterior al pateo. DISTANCIA: 10 kilómetros, 12 o 14 kilómetros según selección de recorrido. DIFICULTAD: Baja. DURACIÓN: Dos horas y media, tres o tres y media según recorrido. A TENER EN CUENTA: Llevar ropa y calzado adecuado. Agua. Alguna chocolatina y bollería. Gorra y crema solar. No nos olvidemos del móvil. PARA DESPUÉS DEL PATEO: Chapuzón en la playa de Famara. Almorzar en Caleta de Famara o Teguise.
Podemos iniciar desde el centro del casco histórico de La Villa de Teguise. En la conurbación noroeste del pueblo encontraremos la ruta de partida, el Barranco del Ahorcado, que tras unas dos horas de marcha, nos situará en las faldas del risco de Famara después de dos horas aproximadas de pateo. El camino es sencillo y cómodo. Muy cómodo gracias a la fijeza de la tierra y a la anchura del sendero, de unos siete-ocho metros. En la salida de Teguise hallaremos los antiguos hornos de cal, elemento fundamental en la construcción arquitectónica lanzaroteña, cuya estructura se halla muy bien conservada.
Tal y como señala un estudioso de la materia, Enrique Mesa Alonso, «hasta la irrupción del cemento la cal resultaba el producto más utilizado como aglomerante. Se obtenía a partir de depósitos sedimentarios conocidos como caliche y necesitaban cocerse en hornos diseñados a tal efecto denominados caleras«.
A partir del cuarto de hora de camino se inicia un descenso gradual hasta el mar. Desde este punto la mirada se pierde en múltiples direcciones. Por momentos sólo tendremos ojos para el inmenso risco de Famara. Pero éstos, forzosamente, posan su atención en las islas de La Graciosa, Alegranza y Montaña Clara. De vuelta a Lanzarote, el corredor de jable natural resulta interminable visto desde las alturas y se pierde su rastro seco y amarillento camino de Mozaga, en el centro de la isla, y Soo (ver foto inferior izquierda), pueblo vecino de Famara. Procedente del continente africano, el jable entra por este flanco de costa lanzaroteña debido a los vientos alisios predominantes y atraviesa la isla de oeste a este, de Famara a la playa de Guacimeta en Playa Honda. Entre las arenas se adapta a su aridez y movilidad vegetación como la barrilla, el cosco y la aulaga.
Mediado el trayecto tropezamos con distintas edificaciones que de manera desperdigada ocupan, a saber por qué, este espacio natural protegido. El día de paseo amaneció soleado, pero con un viento racheado que nos acompaña como fiel escudero. Poco a poco se va torciendo la jornada, con cargadas y antipáticas nubes bajas que asoman en el horizonte sobre las islas del Archipiélago Chinijo. En breve, tiene toda la pinta, descargarán unas gotas. Éstas cumplen con su papel a la altura de la urbanización conocida como Los Noruegos, a las afueras de Caleta de Famara, con vistas a la kilómetrica playa. A lo lejos se atisba el polideportivo en el que se transforma la costa: las cometas que sobrevuelan las espumosas olas, los surfistas las atraviesan de izquierda a derecha, y las palas de tenis, y los caminantes, y las pistas de fútbol playa en arena mojada… Todo el ejercicio con el aroma a sal y algas y el hilo musical del romper de las olas.
Una vez cubierto este recorrido tenemos dos opciones. Continuar hacia la costa en busca de la civilización caletera, con sus terrazas cerveceras y el pescado fresco de sus restaurantes, a unos dos kilómetros al oeste de Los Noruegos, de 15 a 20 minutos más de camino. O bordear la falda del risco de Famara, desde la trasera de esta urbanización por la continuación del sendero, en dirección al trecho final de la playa que nos llevará unos tres cuartos de hora. Sin viento, tranquila, en ese bendito mes de septiembre, Famara coge su estado más puro.
Es recomendable organizar el pateo ubicando los vehículos uno en Caleta de Famara o en la parte final de la playa, según la opción que escojamos, y otro en el casco histórico de Teguise. En Caleta hay oferta suficiente de restauración en primera línea de mar, en las cercanías del pequeño puerto de pescadores. En la parte final de la playa, si vamos bien pertrechados, existen entre callaos zonas de esparcimiento bastante cómodas para una barbacoa o una paella. De vuelta a Teguise, se puede rematar la jornada en alguna de sus terrazas o cafeterías que decoran y dan vida al patrimonio histórico de la antigua capital lanzaroteña.